Una historia.

Se despertó en la oscuridad de su habitación vacía, el frío entraba por la ventana y el aire movía las cortinas con fuerza. Se levantó a cerrarla pero no pudo evitar observar la habitación... Una cama en el centro de la nada acompañada de una pequeña lamparita en el suelo junto al desorden de su ropa tirada y una maleta entreabierta.

El frío la sacó del ensimismamiento y volvió a la ventana, desde la que vio aquella estrella, su estrella. Inmediatamente cayó en el llanto. Allí se encontraba, después de dos meses de la tragedia, tirada en el suelo con la rabia entre las manos, gritando entre lágrimas y dolor, un dolor que no provenía de ningún lugar más que de ella.

Río Sena

La vida la había dejado, por alguna circunstancia, sola en aquel lugar frío que no le pertenecía. En ese momento comprendió que nada era suyo para siempre, que era insignificante en este mundo. 

"¿Dónde estarás?, ¿por qué te fuiste?" pensaba en todo momento. No entendía su historia, la de su amor, un amor desvanecido y perdido por la enfermedad. Había sido el amor de su vida, el único capaz de hacerla feliz, de sacarle su mejor sonrisa. Era su vida, su sustento, y allí estaba, sola, destrozada.

Se levantó y se vistió, miró el reloj, las 2:00 am. Salió del apartamento repleto de cajas a medio hacer en las que estaban cada uno de los recuerdos de su vida juntos.

Cada vez que cerraba los ojos veía su figura, lo sentía cerca suyo pero no era suficiente, nunca era suficiente, su alma seguía vacía.

Deambuló por las calles medio vacías, no había mucha gente a esas horas por París. Caminó hasta llegar al Sena, alzó la vista al cielo y allí seguía su estrella, que brillaba más que nunca. En ese momento comprendió lo que debía hacer, ella estaba ahí arriba, resplandeciente y sincera como si de un libro abierto se tratara. Subió a lo mas alto del puente y se fundió con el vacío, se lanzó al encuentro de su estrella, de su amor.

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