La casualidad los unió. Nada hubieron
planeado ni el, ni ella. El momento los creó, dibujó sus siluetas. Yacía el uno
enfrente del otro, se miraban sinceramente, el brillo de sus ojos delataba la
verdad. No había mentira, solo pureza y verdad.
El momento los abrazó y la brisa los
entrelazó hasta fundirse en un mágico beso. El mundo cayó rendido a sus pies,
se apagó el universo, no quedaron estrellas en el firmamento, solo una luz, la que
emitían los enamorados que, sin soltarse, volaron por los confines de la
tierra.
«El veía a través de su corazón, ella
a través del suyo. Bajaron la guardia desde el primer beso. Estaban abiertos el
uno a otro.»
En el vuelo se perdieron y de universo
en universo deambularon los enamorados. Nunca se supo más de ellos, solo quedó
la luz que emitieron aquel día fundidos en aquel beso, el resto fue su
historia.
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